Street Art

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Lituania.

viernes, 23 de julio de 2010

Marruecos

El desierto aún me quema a ratos. Infinito tiempo que se desliza por la arena que se nos cae de las manos y cuando llueve se distorsiona todo. Silencio y tambores. Amanece la vida en la ciudad sin ruido. Ourzazate te lleva a encontrar los colores internos. De la palidez del paisaje rojo al blanco de sus sonrisas. Marruecos huele a todo. Huele a piel, incienso, té. Deja rezo, pasión y versos. Fátimas bellas que se empolvan en sus calles, que miran con ganas, descaro. Laberintos, Marrakech, gente, bulla, prisa. Todos van en busca de algo, todos a alguna parte. Los niños rozan las piernas, motos, llantas, bicicletas, nuez tostada y un mono danzando. Sonidos que se van desvaneciendo al cruzar el Atlas. Dibujos de cuento por sus montañas, murmullo y cielos que al cerrar los ojos con el atardecer se llenan de aves. Marruecos hace poesía con la arena que levanta, que danza y pinta sus calles, ciega los ojos como el amor y te incita a que te quedes un eterno otro rato a enfrentar el vacio del horizonte, el tiempo que se nos cae de las manos entre los dedos.



Foto. E. Remolina.

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